lunes, 11 de mayo de 2020

Celia ya había salido.



    A través del ventanal que ofrecía una panorámica de calles vacías, Celia divisaba una preciosa mañana de alguna primavera. Ni siquiera veía a la poca gente que había salido a alguna cosa, apoyándose con guantes de látex en la valla que separa el miedo y la precaución. Con este día, tendré que salir. Tenía que hacer recados, preguntarle a Dorita si tenía vez para cortarse el pelo, me toca teñirme. Ir a la compra. La cartilla, claro, al banco a actualizar la cartilla. Iré a la médica a recetar, que se me acaban las pastillas.

    Rápidamente pasó al otro lado del ventanal. Al lado que sólo ella veía. Salió de casa, esta verja necesita una mano de pintura. Bajó por el camino hasta la carretera, ágil entre el hormigón en el que cualquiera hubiera resbalado. El río bajaba con bien de agua, había llovido bastante últimamente. Dorita no estaba en casa, qué raro. Aprovechó el paseo para subir hasta donde Marisa, se había dejado allí una lechera el otro día, buen momento para llenarla.

    ¡La leche, claro! Si se le olvidaba ir a recogerla su madre se iba a enfadar, que a ver qué estuvo haciendo desde la hora de salir de la escuela… Voy a ir a recogerla. Rodeó por detrás de la casa de Aurora, para así ver el coche de su padre, el primero del pueblo, todo el mundo lo mira. Un coche.

    ¿Olvidaste las llaves del coche? Ya vamos tarde a buscar a la nena. Claro que a ella no le importaría, igual al llegar aún no ha salido de la discoteca. Y lo que le gusta a esta nena el baile.

    Hoy viene Tomás, y mi madre no quiere que vaya al baile. Pero mi hermana va. Ya suena la orquesta, en nada estaré allí. Ahora salgo, espera que enjuague la lechera para mañana, si no mi madre me mata.

    Marisa le dio la lechera llena, suficiente para unos días. La dejó en la entrada, para luego pasar a buscarla, tras hacer el resto de recados, y dar un paseo carretera arriba aprovechando el sol, bajo los árboles que van a concurrir en el arcén. Miró la entrada de la segunda finca según se sube, en el borde, con los maderos hundidos. Tengo que avisar a José Luis de que se le rompió la cerca, debe haber sido por ese regato, que cuando llueve suelta mucha agua, y acumula barro donde la cancela. Y pensar que su hija se preocupaba todo el rato de que estuviera sola en el pueblo. Que si le podía pasar algo. Que si igual se perdía. ¿Cómo se iba a perder si lo conocía todo al dedillo?

    De repente, al girar la silla de ruedas hacia el otro lado, perdió de vista el ventanal, y lo que quedaba era un largo pasillo, ancho y con puertas iguales dispuestas simétricamente. Vamos a comer, que ya es hora, musitó la cuidadora bajo la mascarilla. Ya saldremos a tomar el sol cuando esto pase.

    Pero Celia ya había salido. Y ya había paseado feliz por su pueblo. Sin mascarilla. Y sin memoria.

jueves, 18 de mayo de 2017

Tomar partido. O "De por qué votaré este domingo a Susana Díaz".

Tomar partido. Tomar partido por lo que pasa en tu partido. Normalmente, eso debería ser algo inherente a la condición de militante en un partido político, pero sabemos que no siempre es así. También es cierto que el partido en el que milites debería facilitarte los cauces para tomar partido, para decir qué hacer o qué no hacer. Afortunadamente, milito en uno en el que siempre he podido tener voz, participar en los procesos (porque estos se inician desde la base, desde la agrupación), o elegir democráticamente a quienes me van a representar a la hora de tomar decisiones. Y estos días tenemos, en el partido en el que milito (el PSOE, porque soy de izquierdas, progresista, y orgullosa y radicalmente socialdemócrata) la cita grande de las primarias para la elección de la persona que ocupará la secretaría general. No nos es nuevo este proceso, de hecho fuimos quienes lo estrenamos en España, pero aún le falta rodaje en busca de las mejoras. Una de ellas parte de uno de  los puntos fuertes de nuestro modelo, que es que la elección de la secretaría general conviva con la existencia de órganos de control, fiscalizadores, de elección a través de diversos medios (congresos federal y de federaciones) lo que garantiza un examen plural de la voluntad ejecutiva del secretario y su comisión, y permite que se controle desde la pluralidad su acción, no permitiendo que esta se lleve a cabo en contra del criterio de la generalidad de la organización. Pero, a la vez que esto se garantiza (ahí una de las cosas a revisar) la ejecutiva es elegida por el congreso sin necesidad de unos mínimos de ratificación, ni siquiera por delegados y delegadas, pudiendo darse el caso en el que desde la secretaría general se proponga una comisión ejecutiva y que esta sea aprobada sin contar con la mayoría suficiente para considerarla representativa. Algo a mejorar.

No nos es nuevo este proceso, y aunque se puedan revisar cosas, sigue siendo el proceso más garantista, precisamente porque está reglado (hay censos delimitados, sin estirar los requisitos de autenticación e identificación personal para ejercer el voto, y no se cambian las horas de votación sobre la marcha), y es, además, el que más moviliza, tanto en términos internos en comparación con cualquier otro partido, como en términos externos, siendo el interés de la ciudadanía superior al de cualquier otro proceso interno de cualquier otro partido. ¿Por qué superior? Porque se espera, y se necesita, más del PSOE que de cualquier otro partido. Porque mucha gente sabe que un PSOE fuerte es el único medio de conseguir un gobierno de izquierdas alternativo a la fuerza afianzada que supone el PP. Porque sin un PSOE recuperado, aglutinador, y que plante cara en número de votos a la derecha da igual hablar de con quién querrías o no pactar. Y da igual porque sin conformar una mayoría (como, por ejemplo, en Portugal) no se puede hacer.

Y eso, sí, es mucha responsabilidad. Pero es la que debe querer asumir el PSOE, como ha asumido otras veces.

Y como de responsabilidad hablamos, la militancia también debemos asumir la nuestra, y la nuestra es tomar partido, defendiendo del mejor modo posible, con respeto por todas las personas con las que compartimos militancia, la opción que cada cual prefiera. Y claro, votando el domingo. Tomar partido, es lo que toca, viniendo de donde venimos, del peor resultado de nuestra historia reciente, y de una crisis de representatividad alimentada por decisiones en ocasiones erróneas, y en ocasiones mal explicadas. Claro que tal situación no nos ha hecho perder la base de seguir siendo la primera fuerza de la izquierda, pero esa cuestión es tan de mínimos que haber caído ahí, y contentarse con ello, ilustra de modo preciso la urgencia de un impulso que vuelva a llevarnos a la liga en la que debemos jugar, la de ganar, la de convencer mayoritariamente y conseguir victorias, o vertebrar mayorías de izquierdas posibles (es decir, en las que den realmente los números, como en Portugal, o la Comunidad Valenciana, por citar dos ejemplos en los que sí había numéricamente la posibilidad de realizar pactos que diesen lugar a gobiernos de izquierdas… precisamente porque la izquierda sumaba esa mayoría). Tomar partido con respeto, aunque ese límite se haya sobrepasado en muchas ocasiones, tanto indirectamente falseando actuaciones y poniendo por ello en entredicho la dignidad de las personas actuantes, como de modo directo, sobrepasando la línea del insulto personal al albur de las redes sociales (y, lo que es más grave, sin ni siquiera haberse visto ademán en los representantes de querer apagar tales fuegos entre sus representados, o afear o censurar al menos tales insultos). Tomar partido, que lo hemos hecho muchas veces y nunca llegó la sangre al río. Tomar partido, y desear que el día 22 se acaba esta espiral.

Por ello yo he optado por apoyar, avalar, y votar el domingo a Susana Díaz. Considero que su candidatura es la que garantiza más cosas de las que yo entiendo necesarias. Una candidatura que sepa de dónde venimos para saber a donde vamos, que asimile el legado del partido (lo que conlleva defender sus logros y a las personas responsables, y asumir y revisar sus errores), y que aúne voluntades para volver a recuperar el terreno perdido, porque hay mucha gente esperando a que nos reimpulsemos, sabedores de que somos la oportunidad de aglutinar voto progresista, y hacerlo con posibilidades de gobierno. La candidatura de Susana Díaz es la única que apuesta con serenidad por la voz de la militancia, sin promesas vacías al respecto (eso de dar voz y no decir cómo), concretando al respecto, defendiendo lo logrado y la experiencia en lo que se refiere a participación que tiene nuestro partido (más que ninguno, en donde la militancia siempre ha podido participar de los procesos orgánicos e ideológicos), y actualizarla a lo que los tiempos, y la necesidad de establecer procesos democráticos y participativos que aúnen la triple legitimidad que convive en nuestro partido (elección directa, comités como órganos de control y asambleas como base de la participación en la agrupación local) requieren.

Votaré a Susana Díaz porque es la única candidatura que me garantiza que el día 22 podrá restañar las heridas del partido, juntar un conglomerado de voluntades que realmente integre y que represente todo lo bueno de este partido, para así poder caminar juntos, y hacerlo con equipos solventes. Votaré a Susana Díaz, además, porque ya antes de que afronte la necesaria integración en pos de la representatividad real del partido en los órganos ejecutivos, se ha rodeado de un equipo inmejorable. Claro, votaré a Susana Díaz porque  cuando ves que en un proyecto están Amelia Valcárcel y Eduardo Madina, carajo, es imposible no apoyarlo.

Votaré a Susana Díaz porque garantiza una oposición (que es el papel que nos ha tocado) progresista enfocada a combatir al Partido Popular y sus políticas. Votaré a Susana Díaz porque quiere jugar a ganar, y ese es nuestro sitio, porque si se quiere transformar la realidad, y mejorar la vida de las personas, eso se hace mirando a la calle, pero actuando desde el BOE, desde las instituciones, y con los votos necesarios. Votaré a Susana Díaz porque para ello no mirará para los lados, el papel del PSOE no está en preocuparse de los demás factores, ni en conformarse con ser segundos, está en liderar la izquierda, en mirar a los lados pero para negociar, para pactar, para juntar las mayorías suficientes siempre y cuando el resto de actores quieran. Votaré a Susana porque es mujer, porque, sí, eso también es una razón, defender la posibilidad de romper el techo de cristal de una secretaría general es también una razón, desde luego que lo es.

Y votaré a Susana Díaz porque, sí, porque soy de izquierdas y radical, soy radicalmente socialdemócrata y no me escondo, pero tampoco tengo que demostrar nada. Para empezar porque las cosas se demuestran con la acción. Mucha gente critica a Susana Díaz con argumentos falaces, o directamente mentira. He llegado a oír que se estaba cargando la escuela pública, sin argumentar cómo o por qué, más que nada porque la realidad es tan diferente que el apoyo a la escuela pública en Andalucía frente a la concertada es clarísimo y evidente. Hay muchos más ejemplos, mucha gente habla generalidades basadas en bulos, critica las políticas de Andalucía sin hechos detrás, sin realidad, porque la realidad no debe estropearte un bonito tuit, ni debe impedirte criticar por prejuicio, claro. Por más que la realidad te permita olvidar la puntera Ley de Memoria democrática andaluza, o la defensa de consumidores frente a abusos de grandes empresas, o la lucha real y efectiva contra los problemas y consecuencias de los deshaucios.

Claro que todo eso le dará igual a la gente que prefiere basarse en sus prejuicios, en vídeos descontextualizados en los que se toma solo una parte sin esperar a la explicación del ejemplo. Gente que preferirá criticar por estereotipo, o por machismo, o por una mezcla de ambas. Gente que es capaz de criticar que alguien se ponga el traje tradicional de su tierra y luego aplaude como “España plural” cualquier otra expresión típica, cuando, no, amiguetes, la España plural va de Cádiz a Cabo Peñas, y criticar costumbres no es más que un ejercicio de superioridad que roza con la imbecilidad, y enlaza con el clasismo. Gente que critica a una mujer como “ambiciosa”, pero que, casualmente, nunca hace el mismo juicio de un hombre. Gente que no aporta nada, realmente, pero que construye relatos que de tanto repetirse acaban calando, por más que falten a la verdad. Gente que, eso, si aporta algo, es una distorsión de la verdad.

Votaré a Susana Díaz por esas y más razones, pero para llegar a elegir a quien se vota, sobre todo en un proceso interno en que tienes cosas en común con todas las candidaturas, tienes que ir descartando. Y tengo motivos para no votar a Patxi López o a Pedro Sánchez

No votaré a Patxi López porque creo que la capacidad que desde su equipo se tiene para aunar voluntades no supera el listón de lo necesario actualmente, ni es suficiente para esa labor de integración necesaria, tanto de personas como de territorios. También estoy en desacuerdo con algunos de sus planteamientos sobre dirección política, pero sí que considero que es una persona válida (su “hoja de servicios” en Euskadi es el mejor aval) y que puede todavía ser parte del futuro del partido.

Tampoco votaré a Pedro Sánchez porque, básicamente, ya ha sido secretario general dos años, y nos ha llevado a nuestro peores resultados. Eso debería ser motivo suficiente para que él ni siquiera pensara en volverse a presentar, para haberse ido con dignidad y con respeto por las siglas, asumiendo las derrotas (que es algo que honra a quien lo hace) y asumiendo que su tiempo había pasado, incluso se podría haber ido con el mérito del esfuerzo de las primeras elecciones por lograr un acuerdo (donde realmente todavía era posible un pacto a tres con P’s y C’s) y la conocida obstrucción del resto de las partes. Podía haberse ido -quizás hasta colaborando desde otro espacio político diferente a la secretaría en el que podía ser necesario-, una vez asumidos los resultados, y sin esperar a perder (democráticamente) una votación en un comité federal (hecho, por cierto, perfectamente democrático: que un secretario general sea elegido por la militancia no quiere decir que pueda hacer lo que quiera, y para eso están los órganos de control, también elegidos democráticamente y que representan a todo el partido, como el comité federal). A cambio, prefirió optar por la vía en la que más se ponía en riesgo al partido, inventándose un espacio con buenos y malos. Sin ni siquiera importarle, a la hora de pedir responsabilidades a troche y moche por la deriva del partido, que en esa deriva pudiera tener algo que ver el último (reciente) secretario general. Es decir, él.  

Y ahí no. Uno puede querer construirse un relato victimista para ganarse adhesiones, porque siempre es bonito luchar contra un supuesto poder establecido, y esa opción arrastra. Pero es que, en este caso, ¡el único poder establecido responsable había sido Pedro Sánchez, como secretario general! Y construir un relato no debe implicar faltar a la verdad, o mentir directamente, no puedes ir diciendo que perder una votación en un órgano democrático es un golpe de estado; no puedes ir diciendo que el enemigo está en casa, ni que tantos y tantas compañeros y compañeras que se dejan la piel en instituciones y sedes cada día por mejorar la vida de la gente y aplicar políticas progresistas tienen una suerte de contubernio con la derecha, cuando no decir que son de derehas directamente. No puedes, como no puedes engañar a la gente diciendo que una parte no quiere primarias ni dar voz a la militancia (¡diciéndolo incluso después de que las primarias sean convocadas!). No puedes decir que garantizas la voz de la militancia y no explicar cómo, o en qué se diferencia tu modo de dar voz a lo que ya tenemos establecido. No puedes ir de garante de esa voz y, a la vez, ser el responsable de querer convocar un congreso en el que las posibilidades temporales reducían a una (la de la parte proponente) las posibles candidaturas… lo cual hacía que la militancia no votase. Es decir, no puedes decir que los demás no quieren que la militancia no vote, y haber intentado hacerlo tú. Y no puedes quejarte de falta de participación cuando el último responsable político has sido tú, y si han fallado en algo esas vías, algo de responsabilidad tendrás. Cae de cajón. Si no, que se lo digan a Juventudes Socialistas, por poner un ejemplo que me duele especialmente por el cariño que le tengo a esa organización (¡donde milité hasta que el DNI me dijo que ya no era joven!). Por cierto, tampoco puedes criticar ciertos pactos (ni siquiera pactos, que igual que No es no, solo Sí es sí, a ver si entendemos la diferencia, o hacemos caso a las lucecitas de la pantalla de votación del congreso, que ahí se ve quién vota con quien, y a ver si todavía hay cuajo para decir que se apoya al PP) y haber pactado tú con el PP la cadena perpetua revisable (esta en concreto tenía que mencionarla, porque me dolió profundamente).

Por todo eso, este domingo votaré a Susana Díaz, no porque la otra opción sea más de izquierdas o más radical. Justo al revés, porque considero que lo soy yo, ya que lo que cada uno es tiene más que ver con sus actos y lo que digan los demás, que con el autobombo desmesurado sobre tu condición. Y por mucho eslogan y tuit al respecto, ya hay mimbres para juzgar los actos, y los resultados, los de dos años en la secretaría general. Y por eso, como digo, justo al revés, porque soy de izquierdas, porque soy radicalmente socialdemócrata, votaré a la candidatura de Susana Díaz este domingo, con orgullo e ilusión y sin deberle nada a nadie, como siempre que he votado. Y con la satisfacción de no haber insultado a nadie en este proceso, y considerar a todas las personas afiliadas mis compañeros, con quienes nunca he tenido ningún problema en trabajar, ni lo tendré sea cual sea el resultado el lunes.

Y porque ya llevo como quince añines en el partido (colaborando y mojándome siempre, cuando tuve responsabilidades internas y cuando no), y no puede venir nadie a decirme ni acusarme, ni a poner en duda mi compromiso. Precisamente ese compromiso (que es con el partido, pero a su vez con la sociedad, porque consideras que el PSOE es quien puede dar mejores respuestas a sus problemas) es el que ha conformado mi decisión para este domingo. 100% PSOE 100% socialdemócrata.


Sobre nombres que se borran de la historia

Sobre nombres que se borran de la historia.
(publicado originalmente en Asturias 24 en julio de 2015)

Una de las ahora famosas 13 Rosas, Julia Conesa (ovetense de nacimiento, por cierto), se despedía de su madre en una carta que cerraba con la ahora archiconocida frase “que mi nombre no se borre de la historia”. Sin embargo, su nombre y el de sus compañeras de las Juventudes Socialistas Unificadas permaneció oculto por la losa con que la dictadura tapó la memoria del bando vencido, y solo se recuperó años después. Ahora, no hace falta explicar quienes fueron las 13 Rosas, sobre todo porque Emilio Martínez-Lázaro divulgó su historia a través de una sentida película en la que seguro que usted, como yo, se emocionó, lloró, o estuvo a punto. Por desgracia, cientos, quizás miles de mujeres, de chicas, de niñas incluso, que tuvieron un desenlace similar en la guerra que sucedió al golpe de estado franquista, no han tenido recuerdo similar, ni siquiera han tenido más que un nombre en algún listado de fosa común. Y eso en el mejor de los casos.

Pero lo de borrar nombres de mujeres de la historia no es algo que sucediera solo en la guerra civil. De hecho, los nombres de las mujeres llevan siglos olvidándose, borrándose. Desde científicas que lideraron grandes avances por los cuales solo son mencionadas como ayudantes (de hombres que se llevan los méritos), hasta escritoras que sufrieron el silencio sobre su obra por osar a vivir su vida libremente dedicándose a la literatura. Pero hay ejemplos en todos los campos. Veamos, ¿sabe usted quien es Mariní Callejo? No se preocupe, yo se lo cuento.

María de las Nieves Callejo Martínez-Losa nació en 1945 y trabajó en la música durante toda su vida (supongo que estará pensando en que si esto es un artículo que se supone de opinión, que a qué vienen estos datos, pero piense primero en la fecha de nacimiento de esta mujer y su dedicación). Mariní era una instrumentista brillante, especialmente al piano, y fue pionera del pop y el rock en España, formando parte de Los Brujos, uno de los primeros grupos ye-yé que surgieron en los 60 (que sí, ya sé que esto es un artículo de opinión, pero la opinión se genera pensado, así que piense en eso: una mujer en un grupo ye-yé en la España de los 60). Aunque su faceta más destacada fue la de productora, con diecinueve años entró a ocuparse de la producción musical del sello Zafiro, y se ocupó de la producción de Los Brincos, de Juan y Junior, de Los Relámpagos, de Massiel, o de Fórmula V. Lo que viene a significar que la mayoría de la música que se generaba en España pasaba por sus manos, vamos, que en un momento dado ella fue en sí misma gran parte de la industria musical del estado (sí, ya, que esto es un artículo de opinión… pero seguro que ya lo va pillando). Los propios componentes de Los Brincos reconocen el papel central que Mariní tuvo en su carrera, dado que ellos no contaban ni de lejos con la formación musical que ella tenía. Hablamos no solo de la producción, también de arreglos, de aportaciones instrumentales en sus discos… y de pasar a partitura las canciones, ya que ella sí sabía escribir música (lo cual tiene importancia desde el momento en que no se podía registrar la autoría de las canciones más que con estas pasadas a partitura).

Supongo que a estas alturas ya se habrá dado cuenta de la importancia de esta mujer para la música en España. Pues bien, estoy seguro de que usted conoce a Los Beatles o a Los Ramones. Y si es así seguramente conocerá a George Martin o a Phil Spector (aunque el primero sea Sir y el segundo haya acabado en la cárcel). Y, claro está, conoce a Los Brincos. Pero… ¿conocía a Mariní Callejo?
No la conocía, claro, como no conocemos a tantas científicas, artistas, escritoras, y mujeres relevantes de todos los campos cuyos nombres se han ido borrando, oscureciendo, tapando. Llegado el S.XXI igual es tiempo ya de que la desigualdad se borre del todo en todos los ámbitos. Y hay que hacerlo desde el presente (eso da para unos cuantos artículos), pero también desde el reconocimiento del pasado, que es lo que he hecho yo con Mariní Callejo.

Al final… ¿ve cómo sí que era un artículo de opinión?

viernes, 24 de junio de 2016

¿Por qué votar al PSOE?

¿Por qué votar al PSOE? Me pregunta mucha gente, alguna con su voto ya decidido, por buscar mi explicación. En realidad, la respuesta es muy sencilla: por su programa, realizado por la sólida estructura como partido que sigue siendo el PSOE, desde las agrupaciones hasta la federal, y que cuenta con medidas para cada uno de los ámbitos en que es necesario revertir los golpes del Partido Popular en los últimos años. Y también para impulsar espacios nuevos para la ciudadanía una vez alcanzado el nivel de políticas sociales de hace unos años. Un programa que, además, es racional en los tiempos y en los medios para conseguir todo esto. No es solo que uno crea que las soluciones a los problemas pasan por los principios de la socialdemocracia (la auténtica, rechace imitaciones, que diría un anuncio televisivo), sino que además, al bajar a lo concreto y convertir esos principios en medidas, acierta con la rigurosidad y el empeño metódico de... sí, de la socialdemocracia. Leedlo, leedlo. Claro está, mucha de la gente que me lo pregunta, me está preguntando realmente por qué votar al
PSOE y no a otras opciones. La verdad que tal pregunta (incluso asumiendo los fallos del PSOE en algunos momentos, o incluso los actuales) no es tampoco demasiado complicada, por más que a mí me guste extenderme en letras en las explicaciones.
¿Votar al PP? Que Rajoy es un incompetente y un impresentable (rodeado de más incompetentes e impresentables) es algo tan obvio que no merece la pena ni hablar de ello. Y el PP está podrido transversalmente, no son casos de corrupción aislados (que tienen todos los partidos, todos, y se solucionan al menos echando a esa gente y apoyando las investigaciones pertinentes), es una trama ordenada y que afecta a toda su estructura.
Por eso es lógico que no haya que explayarse hablando del PP: después del #FernándezDíazgate la gente que todavía piense en votarles es irrecuperable. Por eso, por ser tan obvio que el PP no es una opción a barajar, y porque su pernicioso legado es tan claro que no merece la pena explicarlo (sí denunciarlo) es por lo que en muchas ocasiones el PSOE ha tenido que basar su mensaje en explicar las diferencias con el otro partido de la izquierda, Unidos Podemos. En otras ocasiones por necesidad de responder, sobre todo ante ciertos insultos de estos: porque sí, amigos podemitas que os quejáis de que el PSOE habla de Podemos, dadle la vuelta a la lente y observad quién tiene más fijación con quién. Pero bueno, a lo que íbamos, a lo de por qué votar al PSOE. La cosa iba así: constatado que votar a Rajoy no es una opción a valorar, ¿por qué es mejor votar al PSOE que a Unidos Podemos?
Primero, por lo mencionado antes del programa, un programa que se basa en seis principios para el cambio que dan una medida de las prioridades de cada cual, frente a líneas rojas (que son realmente líneas rojas, porque eso son las fronteras), seis bloques de acción sobre los que desarrollar el resto de medidas (reforma fiscal justa, progresiva y suficiente; empleo de calidad y con derechos; instituciones independientes; lucha por la igualdad y contra la violencia de género; reforma federal de la Constitución; y Europa social, democrática y solidaria).
Por otra parte, a la hora de gestionar, no voy a decir que desde Unidos Podemos sean nuevos o faltos de experiencia (porque lo primero es mentira y lo segundo no es obstáculo objetivo para gestionar), pero partimos de la base de que Unidos Podemos no es un partido, es un conglomerado (por cierto, en caso de superar al PSOE, estrictamente, no podrá decir que es el primer partido de la izquierda). Es cierto que eso es perfectamente legítimo, pero ello conlleva la dificultad de llevar a cabo la gestión de gobierno, no por falta de programa (que incluso hay cosas en las que puedo coincidir), por gestión del mismo, o de las cesiones de cada cual para acordarlo trasladadas a la acción de gobierno. Porque esta ha de ser necesariamente ágil y con unos espacios de reflexión libres del exhibicionismo impostado que confunde transparencia con pornografía (no es mío, lo explica estupendamente Belén Barreiro en esta entrevista), ajenos a componendas de quién influye más o menos en una decisión.
Además, sí, me parece imposible votar convencido a alguien como Iglesias Turrión. Puedo estimar la aportación programática de su partido, y respeto, con diferencias, a gente que me parece brillante e inteligente, como Mónica Oltra, Errejón o a Carmena (que si soy madrileño igual hasta la hubiera votado, igual), pero Iglesias Turrión no es brillante (por más que el márketing televisivo se le de mejor que a nadie), y me parece no ya un hipócrita, directamente un mentiroso. Y eso no es lo que quiero de un presidente, girando cada día sobre sí mismo para intentar caer bien, renegando de sus principios para ganar votos (que no hay nada malo en ser comunista, oye, pero si lo niegas para que te vote gente que no vota comunista aunque tus principios sean esos, estás engañando, con todas las letras: timando). Timando, al fin y al cabo, igual que los más insignes representantes del arte del trile político. Como Esperanza Aguirre, trilera mayor y experta en decir una cosa, luego decir otra, y hacer finalmente otra totalmente diferente. Espe, te ha salido un rival, todo un doctorado en el arte de mantenerse en pie equilibrando una opinión con la contraria ¿Quieren ejemplos? En un par de años, y a vuelapluma, que se dice, el tío nos deja estos "digodiegos", doctorándose en el arte del birlibirloque. El mismo que él, guardián de esencias, recriminaría enfatizando las sílabas a cualquier representante de otro partido que hiciera una mínima parte de lo que él hace. Revisen estas frases, y comprueben su nivel de cumplimiento:
"Voy a Europa y cumpliré mi mandato en el Parlamento Europeo". Pero no, volvió...
"Me presento a presidente y si pierdo me iré". Pues oiga, perdió, y se quedó y se vuelve a presentar. Cuando, por cierto, en Podemos tienen gente mejor que este mediocre.
"Con C's coincidimos en muchas cosas". Pero para pactar sin ser él presidente ya no. Claro que esta la dijo delante de las cámaras de La Sexta, que ya se sabe que le activan el "buenrollímetro".
"La solución para España no pasa por un frente de izquierdas". Pero luego la solución era un frente de izquierdas (aunque era un frente de izquierdas de aquella manera, con Convergencia y el PNV..).
"No quiero nada con IU, que se cuezan en su sopa de estrellas rojas". Pero luego lo quiso, a la yugular que fue.
"Soy comunista", y luego soy socialdemócrata, y transversal y pueblo y gente y no sé qué más... Por cierto, además de Esperanza Aguirre, algo parecido hizo también Ruiz Gallardón, haciendo creer que era liberal, cuando era el más facha del PP (disculpen este conato de pleonasmo). "No tenemos líneas rojas en las negociaciones", frente a "- ¿El referéndum de Cataluña es una línea roja? - Sí, lo es".
Lo peor de todo es que da igual que Iglesias Turrión sea segundo o tercero... sabemos que su objetivo es derrotar al PSOE (que es legítimo, oye, pero que lo diga y no trate de engañar con eso de la mano tendida). Ese es el principal, no ya ser presidente, y, si no lo consigue, amagará el pacto para quedar bien, como hizo tras el 20-D (y, sí, el márketing y la estrategia se le dan muy bien), pero evitando decir la decisión que tendrá tomada desde el minuto uno: volver a tirar, como en la casilla de dados del Trivial, y volver a elecciones antes que pactar, con la esperanza de ver si logra erigirse en fuerza dominante de la izquierda (o, bueno, conglomerado de fuerzas, ni aún así quedaría demostrado que el PSOE quedara desbancado como primer partido de la izquierda). Y, no, no creo que estemos en el 77 ni que la Constitución sea un lastre... Esa falacia atroz de "régimen constitucional", como si eso sostuviera algo pernicioso, como si hubiéramos de avergonzarnos de nuestro sistema. O como (en ese discurso de buenos y malos digno de las mejores épocas de Aznar) si no avergonzarse supusiera ser un conservador que no admite la necesidad de ciertas reformas. Si es que a veces uno piensa en votar de una vez a este iluminado, en que le votemos toda la ciudadanía (incluso los insensatos que no hemos visto su luz todavía) y que gane ya y se quede con todo, así al menos nos evitábamos estar al albur de sus caprichos para ver si hay o no nuevas elecciones. Que no tenga que andar arrodillándose arrogándose vicepresidencias, que eso de ser vice no está hecho para los prohombres. Pero, no, el voto es algo demasiado serio, por eso votaré sí al cambio, y sí a un presidente socialista, y votaré a la mejor opción posible, al PSOE. Y, oiga, con orgullo e ilusión, toda la del mundo.

martes, 10 de febrero de 2015

J.M.G.P.


Hace no mucho coincidí con J.M.G.P. en el autobús. Le reconocí porque unos años antes estuve en una mesa sentado a su lado, presentándole ante el público que había ido a escucharle. Cuando me vio en el autobús no me reconoció. Obviamente, él ha conocido en toda su vida muchas más cosas de las que yo nunca conoceré, y atesora recuerdos mucho más interesantes y más necesarios (para él, y para todos) que la cara del chaval que le presentó un día en una charla.

Ah, J.M.G.P. es José Manuel García Peruyera, cuya historia comienza cuando es trasladado de niño a Francia tras quedar huérfano en la Guerra Civil. Supongo que a alguien que ha sido tratado como un número no le importará que le haya nombrado por las iniciales. Porque J.M.G.P. es un superviviente de Mauthausen, y lleva el horror tatuado en su piel -literalmente, en forma de número- y en su memoria. Y su memoria, no olvidemos, es la memoria del siglo XX.

Le conocí en esa charla, una actividad que organizamos Juventudes Socialistas de Oviedo por el 60º aniversario de la liberación de Mauthausen. Aquel día que le vi en el autobús recuerdo que hablaba por el móvil, diría que con un nieto (no pude evitar escuchar parte de la conversación porque hablaba como habla la gente de cierta edad, que no es de otro modo que un poquito alto). Y yo no paraba de pensar en que en ese autobús, esa mañana, estaba el puñetero S.XX allí metido, y en que nadie sospechaba la importancia de ese hombre canoso que gritaba por el móvil. Y me daban ganas de gritarles al resto de personas del bus “mirad, este hombre sufrió por nosotros”. Porque es verdad.

Hace unos días se conmemoraba el aniversario de la liberación de Auschwitz, y toda Europa rendía homenaje merecido a las víctimas y los supervivientes (también víctimas, al fin y al cabo) de aquella barbarie inhumana. Porque en su sufrimiento está nuestra paz, porque son verdaderamente héroes, y como tal se trata a los supervivientes de los campos en toda Europa. ¿En toda? No. Unos 9.000 españoles pasaron por los campos de concentración (especialmente por Mauthausen, conocido como el campo de los españoles), y unos 5.500 fueron asesinados. 40 años de dictadura dan para apagar recuerdos, para acallar homenajes. Sobre todo si la dictadura en cuestión fue cómplice de los creadores de la barbarie. Cómplice porque el silencio, la omisión, es ya una forma de colaboración. Y porque además la supuesta y cómplice neutralidad no era más que una forma de enmascarar formas de colaboración directa, como la División Azul, o como la ayuda para llevar a gente -a esos españoles- a los campos de concentración. No en vano, eran sus enemigos, y los españoles que acabaron en sus campos provenían casi en su totalidad del exilio, de la huída de la represión franquista. Escapaban de la muerte casi segura que les hubiera proporcionado la guerra y la mala digestión de la victoria que tuvieron los golpistas, y encontraron el horror en quienes, de algún modo, estaban perpetrando otro golpe de Estado, este a Europa. Parientes cercanos.

Muchos de los españoles que sufrieron los campos de concentración lo hicieron por el mero hecho de ser republicanos, por irse al exilio escapando de un horror y encontrarse con otro, ambos de mutua connivencia. Otros, por haber sido miembros activos de la resistencia francesa. Por colaborar, en su huída, en la lucha contra el fascismo, empujados por su conciencia a combatir el totalitarismo aún lejos de su casa, sabedores de la necesidad de parar a los enemigos del ser humano, ya fuera en la España de la que huían, o fuera en la Europa que les acogía, y que les abría las puertas de la libertad a través de Francia.

Sabedores de eso, de que las puertas de la libertad no podían ser cerradas por nadie, se sumaron a la lucha necesaria, esa lucha que marcó el S.XX. Y esa lucha acabó con ellos. Acabó con sus vidas, o las lastró de recuerdos fijados con inhumana laboriosidad por quienes representan una de las más grandes barbaries cometidas por el ser humano, espejo en el que –aunque suene a tópico- recordar el pasado para no caer en los mismos errores.
 
Y todo ese recuerdo,  toda esa dignidad, toda la memoria que encierra el horror, la heroicidad que implica haber sido la parte perjudicada de una barbarie, siguen pasando desapercibidas en España. Y habrá quien diga que qué fácil es echarle la culpa al franquismo, pero quien tenga el valor de decirlo, que tenga el valor de proponer otro motivo para este olvido. Porque no lo hay. La connivencia ideológica y de fines, y la demostrada participación activa (sea a través de la División Azul, o incluso en la estrategia de anulación humana que eran los campos), o el hecho de tener enemigos comunes a los que exterminar (sí, exterminar, el franquismo también exterminaba) nos dicen a las claras que el olvido es intencionado. Que cuatro décadas tapando la digna memoria de estos no fue una casualidad. Que después de esas cuatro décadas, su recuerdo había quedado tan sepultado, que ni la llegada de la democracia produjo el reconocimiento.
 
Y que, a día de hoy, J.M.G.P. siga siendo héroe anónimo. Y que nadie en aquella línea interurbana pudiera imaginar que el S.XX viajaba en ese autobús.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Nota aclaratoria al hilo de las primarias del socialismo ovetense

(o "De mis razones para lo que entiendo es ser consecuente")


Viendo la insistencia con que la gente me pregunta o trata de convencerme para que apoye a alguno de los candidatos que se presentan a las primarias del PSOE-Oviedo a la alcaldía, creo que lo mejor, para no tener que explicar individualmente es aclarar que no voy a avalar a ningún candidato. Y mis razones.
Tengo que decir en primer lugar que, sinceramente, me halaga mucho que haya quien se preocupe de convencerme de las bondades de tal o cual candidato, sobre todo si quien trata de convencerme son personas de las que me fío y respeto personal y políticamente. Me halaga eso en la misma medida en que me molesta que haya rumores dando por hecho mi apoyo a alguno de los candidatos, o poniendo en mi boca ciertas motivaciones un tanto espurias para no avalar a ninguno. Ciertamente, no me creía tan importante.

No avalaré a ninguno de los candidatos porque ninguno representa (o reúne, mejor dicho) las condiciones que en mi opinión debe reunir un candidato a la alcaldía. Entiendo que debe ser una persona de una edad no demasiado elevada (al menos que no represente políticas de otras épocas) y que a su vez tenga una cierta experiencia política, y principalmente en política municipal. Que conozca el partido por dentro (porque uno de sus primeros retos será crear un buen equipo) y que conozca los entresijos de la ciudad y de la vida política municipal, el funcionamiento del Ayuntamiento, desde luego, pero también el movimiento asociativo y vecinal, los barrios, el sector cultural, la vida comercial e industrial, etc. Y además debe tener una representatividad de ciertos sectores de la ciudad: debe representar, por empatía y por conocimiento, a toda esa gente progresista que hay en Uviéu (que NO es una ciudad de derechas y que nunca lo ha sido) y que no vota al PSOE ovetense. Debe ser alguien que plantee una forma de relacionarse con la ciudad diferente, y basada en dar respuesta a todo ese sector de voto “flotante” que acabo de mencionar (y para darles respuesta lo que hay que darles primero es voz, de eso se trata la comunicación, de que haya dos partes). Debe ilusionar a esa gente.
Y no digo esto como capricho o excusa barata. Lo digo –sé que va a quedar cargante y hasta un poco sobrado- desde el conocimiento de la ciudad. A día de hoy puedo decir que conozco la ciudad en muchos ámbitos, y no ya por el trabajo político que he realizado en el PSOE-Oviedo y en JSOViedo, sino porque conozco a mucha gente en muchos sitios, me he movido en el ambiente asociativo y cultural ovetense, y, dentro de un cierto ratio de edad o un cierto perfil personal, conozco la opinión al menos de gran parte de ese sector progresista que no acaba de acercarse al socialismo ovetense. Y mi impresión es que no estamos ofreciendo lo que en ese sentido se espera de nosotros y nosotras como partido alternativa de gobierno. La realidad es que no veo a nadie (o a poca gente) a mi alrededor ilusionándose por votar a ninguno de los precandidatos de estas primarias, no eran esos perfiles los que esperaban. Y: 1. Sé que el concepto “mi entorno” no es sociológicamente representativo, pero sí creo que conozco a gente suficiente para formarme esa opinión (además de que, sea mucha o poca, cada cual forma su opinión como quiere, es propia), y 2. Ojalá me equivoque, porque yo lo que quiero es que gane el PSOE y que se pueda aplicar nuestro proyecto para la ciudad.

¿Quiere esto decir que son malos candidatos o no legítimos? Desde luego que no, legítimos lo son desde el momento que deciden, libremente, presentarse, y además son totalmente respetables los cuatro. Y no pongo en duda la valía ni personal ni política de ninguno de ellos. Además, detrás estará, una vez elegido, el partido, con su programa electoral creado entre toda la afiliación y con el trabajo (mucho) de los últimos años (décadas ya casi) en barrios, grupos de trabajo, reuniones con colectivos, etc. Y ese programa electoral estoy seguro de que será el mejor, tendrá las mejores propuestas de gobierno para la ciudad. De eso no tengo en duda. Lo que pongo en duda es que sepamos transmitir ala ciudadanía esta realidad (para mí lo es) de que somos la mejor alternativa y así convencerles de que nos voten. Lo que no tengo claro es que la ciudad progresista ansiosa por el cambio pueda votarnos si no somos capaces de transmitir con empatía ese proyecto, si no somos capaces de conseguir que la ciudad se identifique con el PSOE-Oviedo. Por eso, porque ninguno de los candidatos tiene todas las condiciones que yo, personalmente, estimo necesarias (repito, yo, personalmente, cada cual considerará óptimas las condiciones que quiera), decidí no avalar a ninguno de ellos. Prefiero no estar en algo a estar sin ilusión simplemente por estar. Me parece lo más consecuente, y lo más digno que puedo hacer para actuar acorde a mis opiniones (estas condiciones que me parecen necesarias las he mencionado muchas veces, si quiero ser consecuente solo puedo apoyar a alguien que las reúna, y estimo que no es el caso). Lo cual no quiere decir que no desee que el resultado sea el mejor, ni que quien gane no vaya a ser mi candidato. Desde luego que lo será, porque será quien le ponga cara a ese programa que deseo triunfe y pueda gobernar en la ciudad, y ahí estaré como he estado siempre desde que milito, en campaña, en actividades, de interventor o incluso poniendo cañas en La Guinda, aportando donde pueda (sólo hay que preguntarme y encantando responderé, me encanta sentirme útil: de algunas cosas sé y fui cuatro años secretario de la organización juvenil del partido, lo cual me da una cierta experiencia y conocimiento de la política municipal). Militando, vamos, porque digo con orgullo que soy socialdemócrata allá donde vaya y participo y milito hace ya unos años, y esta decisión de no avalar a nadie (y posiblemente no votar) es lo más consecuente que puedo hacer con mi militancia, que nadie se llame a engaños ni quiera hacer interpretaciones que se desmontan simplemente preguntándome a mí personalmente.

Y por esa militancia, y ese orgullo militante y la creencia firme de que las políticas que llevamos mucho tiempo trabajando y proponiendo en el PSOE-Oviedo son las que necesita la ciudad, quien gane será mi candidato. Pero que ninguno reúne las condiciones que yo creo necesarias es algo que no se me puede negar, más que nada porque soy yo el que pone los criterios con los que interpreto la realidad para formar mi opinión. Ojo, las que yo creo necesarias, que cada cual podrá estimar necesario lo que crea conveniente. Y, claro está, desde la votación de las primarias hasta las elecciones, quien salga elegido tendrá el tiempo para mejorar en lo que yo pueda achacarle fallos, y hasta para hacerme sentir equivocado. Ojalá, me alegraría un montón. Pero a día de hoy sería un hipócrita si después de defender un tipo de perfil para la candidatura, apoyara a otro. Y creo que es una opción respetable, como respetable es la opción de quienes, desde la ilusión con una precandidatura se movilizan estos días para pedir avales (yo lo hice con las primarias federales por Edu Madina, la diferencia está en que entonces sí estaba ilusionado y absolutamente convencido de que era la persona que debía dirigir el partido), pero yo ya he expuesto las razones por las que no me movilizaré en este sentido. Suerte para todos y que gane el mejor.

P.d. Aprovecho para decir que el sistema de primarias aprobado por el Comité Federal para las municipales es una total tomadura de pelo. No abrir las primarias en el ámbito municipal es un fallo imperdonable que puede costar además muchos votos, se pierde la oportunidad de darle a la gente lo que quiere, un espacio de participación, de involucración en las decisiones, con todo lo que ello conlleva de arreón social y de interés vecinal en los municipios en que se quiere el cambio. Por otra parte, que ni la afiliación de Juventudes Socialistas pueda votar es un auténtico sinsentido. Y, por último, está bien poner una criba de avales para las candidaturas, pero subir ésta hasta el 20% del censo me parece un auténtico despropósito.

P.d. II. Mientras releo mi alegato sobre las condiciones que considero necesarias (que, aunque parezca que me he enrollado, está algo simplificado) me doy cuenta de que puede parecer que proyecto la idea de que no hay personas en el socialismo uvieín que las reúnan. Y nada más lejos de la realidad, desde luego que las hay, se me viene a la mente más de una, aunque no las nombraré por respeto. Y del mismo modo que respeto las decisiones personales de cada cual para presentarse, respeto las de otras personas que me parecían más aptas para esta tarea (y cuando digo más aptas para esta tarea digo eso exactamente, más aptas para ESTA tarea).
P.d. III. Y, sí, me jode, me jode no participar activamente y estar movilizado, con lo que a mí me gusta, pero no puedo hacer otra cosa. Tomar partido sería, eso, hipócrita por mi parte.      

jueves, 22 de mayo de 2014

Puxa Europa, puxa Jonás!


Ahora que acaba la campaña electoral de las elecciones europeas, me doy cuenta de que no he escrito de algo que quería hacer desde hace semanas, meses ya. Desde que el partido en que milito, el PSOE, el que como socialdemócrata considero mi opción, cerraba la lista que presentaría a estas elecciones europeas. Y lo hacía tomando una de las mejores decisiones que le he visto tomar en los últimos años, personificada en la elección, como número 14 y por tanto con opciones más que reales de salir elegido eurodiputado, de mi amigo Jonás Fernández. Si alguien lee esto y cree que exagero, es, simplemente, porque no conoce a Jonás, ni a él personalmente, ni su trayectoria.

Puedo recordar el día que conocí a Jonás, de hecho, está impreso en la fecha de mi carné de Juventudes Socialistas (que, sí, a día de hoy ya solo guardo como recuerdo). Cuando llegué al despacho de Juventudes Socialistas de Oviedo, en el que luego pasaría tanto tiempo, con la intención de formalizar mi afiliación, no pude por menos que hacer un pequeño comentario en plan “qué hacéis, cómo funciona esto”, y fue así como tuve mi primer conversación con Jonás, que me tuvo un buen rato charlando silla contra silla en la sala de reuniones. Recuerdo que acabamos hablando del fin de las ideologías que predicaban ciertos sectores del PP (entonces en el poder, con Aznar). Jonás era el secretario general de un grupo más o menos igual de joven que él –y que yo- y que reunía a tanta gente brillante e interesante, activa en lo político y en los aledaños sociales, y de la que aprendí tanto que es imposible describirlo escribiendo. Siento ponerme abuelo cebolleta, pero un grupo de gente, hijos e hijas de la transición (siembre he pensado que la transición acaba con la incorporación a la UE) del que fui –o soy- parte por contemporización, entusiasmado con formar parte de una causa con gente tan estupenda y tan brillante, y dispuesto a aprender como aprendí para estar al nivel en las responsabilidades. Allí estaba Chus (con su camiseta de los Pixies, en mi primer recuerdo), Gonza, Lucía, Laura, estuvo luego Angelín, o la otra Lucía, o incluso Pablo o Víctor, estos eslabones descolgados, más jóvenes, pero unidos por compartir un espíritu de cómo hacer política. Y estaba otra gente, que quizás dejó la militancia en un segundo plano vital, pero cuyo compromiso, canalizado del modo que fuera, no decayó nunca, tampoco –para mí- en lo personal: Ana, Lorena, Kike, Brenes, Sergín, Pablo el de Teberga, Maki… Fuimos (y me olvidaré en ambos grupos a gente, sorry) algo así como una generación, que compartió ese espíritu de hacer política, con una visión amplia, apostando porque JSO tuviera voz en la ciudad y propusiera y aportara a cualquier debate municipal. Por unas JSO que se implicaran en movimientos ciudadanos y promovieran la cultura como nexo de unión con la ciudad, que creímos (y seguimos creyendo) que la ciudad no es de derechas, que no está perdida y que solo hace falta activar los botones adecuados para movilizar a toda esa gente de diversos perfiles –cada uno por su lado hasta el momento- por el cambio en la ciudad que duerme la siesta del gabinismo (o se intenta desperezar sin ver claro, con las legañas del caunedismo). Y se me disculpará la referencia clariniana hablando de modernidad, al fin y al cabo Clarín es a día de hoy más moderno que lo que nuestro munícipe, ávido lector y amante del arte contemporáneno según los publirreportajes de cierta prensa, será nunca.
 
No pesan los años :-)
 
Esa es la ciudad que tratamos de activar desde muchos frentes, aprovechando cada pequeño espacio en el que participábamos. Pero, claro, quizás el desánimo hizo mella en nosotros y nosotras, y empezamos a acudir como espectadores a algunas decisiones del partido que en ocasiones no compartíamos, o a veces ni siquiera entendíamos. Y esa generación empezó a hacerse mayor, al menos en edad, sin que el partido aprovechara a las personas profundamente válidas que había en ese grupo, personas que podrían asumir las mayores responsabilidades infinitamente mejor que otras que llevan tiempo en ellas, y que comprenden mejor a la sociedad porque son parte de ella en un sentido amplio. Una de ellas, una de esas personas válidas y necesarias, es Jonás. De hecho, lo son todas (excepto quienes –como yo- solo tenemos como nexo de unión o pertenencia criterios no cualitativos, como la contemporaneidad). Y que Jonás esté en esa lista hará que este domingo vaya a votar con más ilusión de la que he votado en años, y eso que siempre voto ilusionado aunque sea por el mero hecho de hacerlo. En la papeleta estará el nombre de Jonás, en un acto casi de justicia poética que reconoce de un golpe a una persona, a un colectivo o un espíritu (las JSO de principios del S.XXI), y un modo de entender la política. No es gratuita esta introducción de tiempos heroicos hablando de toda esta gente, JSO, al fin, será verdaderamente glocal, como siempre pretendimos, y con el representante más indicado para ello.
Que Jonás esté ahí no es solo justo en ese sentido grupal, por quienes formamos parte de eso y veíamos hace tiempo que era injusto que se desaprovechara a alguien así. Es además, una decisión lógica (algo que a veces falta en política, a qué negarlo), porque se cumple con el criterio de poner a quienes mejor puedan desempeñar las responsabilidades (no haré mención a la carrera profesional de Jonás como economista porque abruma). Con todo ello, estoy seguro de que Jonás será un eurodiputado de los que necesita la UE, dispuesto a aportar el análisis racional para tomar las decisiones, pero desde las convicciones profundas de la misma persona con la que, años atrás, acabé hablando de la trampa de la derecha que suponía eso del fin de las ideologías. Y no habrá cambiado tanto, ni la situación, ni la trampa con la que la derecha pretende igualarnos. Un eurodiputado de los que necesita la UE para volver a ser UE, para volver a ser una organización basada en la solidaridad, que redistribuye recursos y riqueza, y no -como viene siendo últimamente- una organización que ahoga a quienes más ahogados están.

Por el momento, antes de llegar a Bruselas, es extraño verle de campaña, mitineando subido al atril. Extraño porque –por lo que representa- siento una alegría inmensa de verle allí, aunque sea algo que por su naturaleza, y por su modo de ver la política, no le gusta demasiado (como a mí), más interesado en nuevas formas de participación, en una redefinición de la democracia y del modo que las personas se relacionan con sus instituciones. Y sigue intentando mostrar, con la dificultad de la vorágine de campaña, un discurso que vaya más allá del titular y la frase hecha. Que decir Europa social no es decir nada si no se habla de presupuesto, de energía, de prestaciones y derechos comunes en la UE, de crecimiento y empleo, y de tantas cosas que ha ido intentando desgranar estos días.  De lo que estoy seguro es que el hecho de que Jonás esté en la eurocámara será un granito más para que la erosionada democracia funcione –al menos en ese granito- mejor. Y para que la también erosionada socialdemocracia empiece a dar respuestas que la gente le pide.
Foto: Pablo Lorenzana/Asturias 24

Y sería muy pesado –si no lo estoy siendo ya- si me pusiera a desgranar medidas pidiendo el voto para el PSOE, no. No es eso lo que estoy haciendo, aunque pueda desviarme por momentos (de hecho, aquí tenéis el resumen de las 100 medidas del programa electoral del PSOE,  y os invito a conocer la figura del candidato socialdemócrata a la pesidencia de la Comisión, Martin Schulz, un político que merece verdaderamente la pena). No, de lo que quería hablar, de lo que hablo, es de lo orgulloso que me siento de mi amigo. Porque el chaval ese que pone la misma sonrisa a medias en todas las fotos, con sus jersecines de chico que levanta la mano en clase, es la mejor persona que me imagino entre la socialdemocracia española para ser europarlamentario. Que lo sepáis.

Como anexo, os dejo algunas entrevistas de estos días, que son lo que son, entrevistas de campaña, pero que, dentro del limitado espacio, dan para mostrar cosas:
- La Nueva España (aumentad vuestras dioptrías con la imagen, que está arriba, no la encuentro en digital!)
- El Comercio
- Asturias 24
- Astures
- Un artículo reciente en El País
- Y, por supuesto, el libro publicado hace unos meses, que da una idea real de sus ideas, y donde habla en profundidad de política, de economía, de Unión Europea, y de reformas y mejoras democráticas.

P.d. Este post se lo dedico a Luci y a Víctor, ¿por qué? Pues porque me da la gana, porque se lo merecen, y porque no podían faltar en un post dirigido por el cariño en el que hablo de Jonás.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El domingo voto para hacer útil mi opinión

Como suelo hacer cada vez que hay elecciones, publico un post el viernes antes de que se celebren. No es costumbre premeditada, es que siempre me pasa que se me echa el tiempo encima y apuro hasta justo antes de la jornada de reflexión (por cierto ¿tiene sentido a día de hoy la jornada de reflexión? A mí me gusta que exista, casi por tema de tradiciones, pero a veces dudo de si importa o no mantenerla). Las elecciones generales que se celebran el domingo son las más importantes que he vivido. Mejor dicho, las más importantes que he vivido con conocimiento de causa: las primeras elecciones del 77 obviamente no las viví, pero las del 82, también muy importantes, no las recuerdo. A partir de ahí, quizás con las del 86, ya tengo recuerdos, además siempre me gustó leer los periódicos, desde muy chiquitín, aunque, cierto que yo escuchaba o leía cosas como lo de la OTAN sí o no y OTAN “pa’rriba y pa’bajo”, y recuerdo que hasta me entusiasmaba ese trajín, pero, claro está, no conocía la transcendencia (como anécdota, algo que sí recuerdo no ya entender, pero sí adivinar que se trataba de algo importante, es cuando España firmó la adhesión a la UE, entonces CEE). El caso es que con ese acervo (parece que hablar de Unión Europea mediatiza mi búsqueda de sinónimos:-) considero que las elecciones del domingo se antojan transcendentales, y que su importancia, de la cual podemos ya hacer una estimación objetiva, crecerá con el tiempo y la perspectiva. Y, sobre todo, con las consecuencias. Desde las elecciones del 77 se ha construido un sistema que permite garantizar mínimos a personas con carencias, que permite igualar a la ciudadanía a través de su acceso a los servicios. Ni siquiera se ha finalizado, es un sistema que debe seguir construyéndose, y que de hecho está en continua revisión: por ejemplo, el Salario Mínimo Interprofresional (cuya diferencia con respecto a otros países europeos da buena cuenta de lo que nos queda por hacer) ha crecido desde 2004 en casi 200€. Seguimos lejos de nuestros vecinos y socios europeas, claro, pero precisamente por eso es por lo que no podemos dejar de mantener el progreso del sistema. Quizás ciertas prestaciones no puedan mejorar en un tiempo por las circunstancias económicas, pero al menos deben mantenerse. Cualquier paso atrás será un retroceso difícil de salvar después, destruir es un momento, construir lleva demasiado esfuerzo (corrijo, nunca es demasiado si es necesario, pero sí será grande). Ahí, con el tiempo, puede ser que veamos que la alta importancia que considerábamos tenían estas elecciones cuando se celebraron, se eleva a la eneava (siendo N un número altísimo) observando las consecuencias. No voy a perder mucho tiempo en hablar de Rajoy y el PP, solo un par de cosinas. Su ideario, aún poco reconocible a dos días de las elecciones, ya que no ha adelantado lo que va a hacer si gobierna, se llena de perlas cuando asoma la patita, un tipo que pretende mantener la Sanidad bajando los impuestos (me explique, oiga), que no hará recortes en Educación “porque es competencia de las comunidades autónomas” (claro, ahora que las tenéis todas ya se ocuparán de proceder al “Espe style”), que sigue empeñado en derogar el matrimonio homosexual aunque el Constitucional diga lo contrario, que pretende suspender la oferta de empleo público durante 4 años (bueno, si va a bajar los impuestos no hará falta gente que recaude, y con menos impuestos menos fraude… ¡barra libre!), que critica la Ley de Dependencia (o autonomía, mejor dicho) porque se puede quedar en “papel mojado” y que ahora en campaña dice que eso hay que suprimirlo (sobre esto puedo asegurarle por motivos personales al líder del PP que lejos de quedarse en papel mojado se convirtió en solución y garantía para mucha gente, y que eliminarla dejaría en una situación difícil de sostener a muchas personas). En fin, paro, que había dicho que sobre Rajoy sólo un par de cosinas. Pero me deja una intranquilidad terrible saber (todo apunta a ello) que este hombre, y el proyecto de su partido será quien nos gobierne. No voy a tratar de convencer a nadie de que no vote al PP (es más, quien vaya a votar al PP difícil, por no decir imposible, será que acaba votando a mi opción), pero vislumbrar ese panorama se hace duro.



Mi opción, como barruntareis quienes me leáis (si es que alguien me lee, y como si alguien me lee seguro que me conoce) es el PSOE. No porque sea militante de ese partido creo que sea la mejor opción, la cosa va al revés, porque sigo considerando que el PSOE es la mejor opción sigue siendo mi partido y sigo militando. Claro está ahora habrá (vuelvo a tener la duda de si alguien me leerá) quien comience a echarme en cara los últimos 3 años de gobierno. Y, claro está, no seré yo quien niegue la inconsistencia de ciertas decisiones, o la tardanza en la reacción ante una crisis global. Pero cualquiera que reflexione al respecto deberá rendirse ante la evidencia de que ciertas cosas era imposible mejorarlas. No creo, sinceramente, que ningún gobierno hubiera podido crear empleo en estos últimos años, ni creo que ninguno pueda hacerlo al menos de modo inminente. Pero sí creo que ante ese panorama es importante garantizar mínimos para esas personas, y ahí ha estado el esfuerzo que se debe valorar, a través de un sistema que facilita ingresos a quienes no los tienen, un sistema que podía estar en riesgo, pero que se ha conseguido mantener. Con sacrificios, desde luego, como la bajada de sueldo a los funcionarios o la congelación de las pensiones (y, en ambos casos, garantizando que esto no fuera a afectar a niveles básicos o pensiones mínimas), o con decisiones polémicas, como la subida de la edad de jubilación (algo que realmente tiene una importancia relativa y que es necesario si miramos la pirámide de población de España, aunque no puedo decir lo mismo de la subida del período de carencia para la prestación). Y con decisiones que a veces no entiendo donde está la polémica, como la reforma constitucional: por un lado limitar la deuda para garantizar que podamos hacer frente a otros servicios no sólo era ya criterio de actuación vía UE, sino que además excluye esa limitación para ciertos supuestos y permite realmente poder hacer frente a esos servicios (si te endeudas tienes que pagar la deuda más los intereses, y si gastas más en intereses que en la propios servicios es entonces cuando su prestación se complica realmente); por otro lado el tema del referéndum, aunque un referéndum no sea precisamente una medida de ahorro, a decir verdad no me importaría que lo hubiera habido por lo que conlleva de informar a la gente, de escuchar y demás, pero tampoco me parece un escándalo no convocarlo, al fin y al cabo, es el proceso establecido en la Constitución.




Y, por encima de todo eso, me parece terrible que un proceso como este vaya a dejarnos para la historia una visión de Zapatero como un presidente gris, tal como se quiere dar. No voy a negar esos desajustes en las decisiones, esa tibieza, ciertos errores ante una situación que nos sobrepasó, pero no admito decir que el balance es malo, cuando durante más de cuatro años el gobierno de Zapatero ha hecho de España un país mejor (pero bueno, esto yo creo que da para otro post…).


De cualquier modo, por mucho que en el juego de campaña, inevitablemente, las fuerzas políticas echen unas contra otras por lo hecho, a mí me interesa el futuro, lo que se vota el domingo es un proyecto para el futuro. Yo apoyaré al PSOE y a Rubalcaba, porque con todo, sigue siendo la que creo mejor opción para garantizar el progreso de España. Y cuando digo con todo digo con todo: con ciertas decisiones, con ciertos procesos internos, con la falta de regeneración en ciertos ámbitos (ante todo ello, por cierto, aunque pueda criticarlo internamente, lo asumo feliz porque somos una organización democrática y así se toman tales decisiones). Con todo y ello seguimos siendo la única fuerza capaz de garantizar el equilibrio para sostener un sistema que, como dije antes, aún está en construcción (de hecho, la aportación más importante a ese sistema de los últimos años, la ley de Dependencia, demuestra que sí es posible seguir dando paso adelante) a través de medidas responsables que no disparen el gasto sin sentido, pero que cuando lo disparen porque sea necesario haya un colchón de ingresos para ello. Somos quienes apostamos por un modelo racional para impulsar el desarrollo económico, apostando por facilitar la contratación y gravar la contratación temporal a través de una mayor cotización de dichos contratos, lo cual supone un incremento de los recursos del sistema y un incentivo a la contratación indefinida. Acercar los costes de los contratos en cuanto a despido puede no parecer a primera vista una medida buena (aunque la teoría económica diga lo contrario) ni popular, pero compensando con medidas como la mencionada es la vía que puede suponer un impulso al desarrollo económico y a la contratación. Por cierto, el PSOE debe ser la única fuerza que se moja en esto, el PP supongo que apuesta directamente por el contrato único sin matiz ninguno, e IU no he visto nada en su programa acerca de costes de contratación y despido (y, francamente, me parece importantísimo tener claro cómo equilibrar ambos). Somos el único partido que apostamos por defender el sistema público sanitario, el educativo (además sumar el período de 0 a 3 años como parte del mismo). En realidad sobre esto hay que decir que no somos los únicos, presupongo que al menos IU defiende también esto, pero la verdad que esta campaña -y me permito un inciso- se han preocupado más de meterse con el PSOE que de hacer propuestas, o a mí me ha parecido. Y, sí, claro, por nuestra parte también hemos soltado puyas, a qué negarlo, pero a veces es inevitable contestar: a mí si me dicen que es necesario luchar contra el PSOE porque ha recortado los derechos del colectivo LGTB directamente me enfada, del mismo modo que me enfade la coletilla de ser iguales que el PP (supongo que será una estrategia de diferenciación dentro de la izquierda, un poco burda, pero estrategia), o que se nieguen a reconocer que en Extremadura le han dado el gobierno al PP (a cambio de algún puestín, luego sí que parece un pacto, de hecho hasta el PP aprobará presupuestos sin problema). Pues mira, sí, le habéis dado el gobierno al PP. La respuesta a esto es sabid, que si el PSOE también en no sé dónde y en no sé dónde más… Bueno, pues sí, sí, el PSOE lo hemos hecho en algún sitio, no es que yo esté orgulloso de ello, pero: 1. No se trata del “y tú más”, y 2. Aceptando incluso el “y tú más”… ¿tan difícil es reconocer ciertas errores? ¿o es quizás que no se considere un error?


Apostamos también por una nueva fiscalidad, algo que en estos tiempos se antoja una necesidad para sostener el sistema, una fiscalidad que recaude y que permita el desarrollo y la promoción económica y empresarial pero que no dé lugar a desigualdades. Una fiscalidad que además sea eficiente y luche contra el fraude (uno de los grandes problemas que tiene nuestro sistema). En fin, no voy a extenderme más, ni sobre nuestra apuesta por los derechos sociales, ni el compromiso con la Igualdad (ahí no hay quien nos tosa), ni sobre tantas cosas que quisiera hablar, al fin y al cabo, está todo en el programa, que os invito a leer.




Así que, nada, el domingo, todo el mundo a votar. Y yo llamo al voto útil, cada cual sabrá cuál es el suyo, yo votaré al PSOE porque creo que es la mejor opción, por eso es el mejor voto, y eso es lo que le hace útil. Pero por encima de todo creo en el sistema, y creo que cada voto es útil. Y creo que, aunque quizás podrían replantearse algunas cosas, como los mínimos para consecución de escaño por circunscripción, nuestro sistema cumple perfectamente su labor representativa, y creo en los aspectos positivos de la provincia como circunscripción frente a la circunscripción única (para empezar, porque soy federalista). No sé lo que pasará el domingo, aunque haya vaticinios al respecto nada halagüeños, pero, más allá del resultado, espero que millones y millones de personas se acerquen a votar y a hacer útil su opinión a través del voto.